miércoles, 11 de noviembre de 2009

Puede ser el día más corriente del mundo, pero para tus ojos de repente todo brilla con otra luz. No importa que siga sin encontrar mi lugar en el mundo o que me haya abrasado el labio o que esté griposo perdido.
Es uno de esos días donde desaparece la soledad, las dudas, los complejos, y solo te fijas en las cosas que realmente importan, las cosas que hacen que la vida valga la pena.



Los besos que te aceleran el corazón, reír hasta quedarte sin respiración, llorar de alegría..y de tristeza, gritar sin motivo...y con motivo también, las cenas en el chino, los paseos por el centro, todos los viajes hechos...y los que quedan por hacer, perderte en cualquier ciudad y sentirte desconocido, las miradas de complicidad,las noches hasta las tantas en casa de maños, el cine, quedar para fumarnos un cigarro mientras hacemos un repaso global, luchar por un mundo mejor, la música, reír a carcajadas con mis padres, las duchas eternas con agua caliente, los coches que tienen mundos nuevos dentro, los paseos por la playa, las conversaciones interesantes con un gran amigo, recordar y reír...y también llorar, las salidas llenas de momentos surrealistas, ir a correr y que nos adelante hasta la gente que va andando, mirarnos y echarnos a reir...y cantar las sintonías de la radio, los recibimientos de mi perro, un abrazo de alguien que te quiere, una declaración de amistad espontánea, conocer gente nueva, dejarte empapar por la lluvia, los días en los que conecto con mi hermano, tumbarte en el césped y mirar las nubes, soñar...siempre soñar con un futuro mejor, levantarme y ver vuestras caras...y sentir que todo merece la pena, los reencuentros, las despedidas, echar de menos sabiendo que te echan de menos, las tardes perdiendo el tiempo, querer y ser querido, sonreír...
Sí, SIEMPRE sonreír.

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