Se acabó el verano. Vino tan rápido como se fue, prometiendo ser un verano especial y dejando la sensación de haber sido inolvidable. Y es hora de volver, de empezar un nuevo capítulo de esa nueva etapa que comenzó el año pasado.
Y hoy me vuelvo a sentir nervioso...Pero no de la misma forma que hace un año. No son nervios de timidez, ni de miedo a lo desconocido...Porque ya se a que me enfrento, se que no me voy a encontrar con cien caras extrañas.
Son nervios de llegar y que todo haya cambiado, pero no de la forma deseable. En la mochila van guardadas muchas horas de césped, menos de clase, risas, viajes, alegrías, decepciones, sorpresas...y sobre todo momentos inolvidables. Momentos por los que valía la pena madrugar, que compensaban la hora de trayecto porque sabía que me lo iba a pasar bien.
Seguramente me haya pasado de iluso pensando que eso podría durar mucho tiempo, y quizás por eso me haya llevado mas de una ostia. Y la perspectiva de mañana me asusta, tan sólo me gustaría que todo fuera igual que siempre, pero se que eso no va a ser posible.
Me esperan diferencias irreconciliables y reconciliaciones deseadas (aunque éstas quizás aún tengan que esperar). También reencuentros y algún encontronazo, pero sobre todo un nudo en el pecho que espero que afloje al ver las caras que quiero volver a ver.
Quién sabe...quizás todo esté igual pero distinto. Solo espero que la mochila no me pese demasiado para poder seguir guardando cosas en ella.
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