martes, 16 de febrero de 2010

Corre

Entro corriendo en casa. “¿Hay alguien?” pregunto sin obtener respuesta. Pero eso no me detiene, me falta tiempo, y corro, habitación por habitación. Y abro cajones, tiro las cosas de la estantería, registro todos los armarios. La presión en el pecho cada vez es más fuerte y me cuesta respirar. Necesito encontrar algo, aunque sería más fácil si supiera que es. Presiento que está cerca, el corazón no podría latirme más fuerte. Nervioso, me enciendo un cigarro. Me tiembla demasiado el pulso como para darle más de tres caladas, necesito salir. Está lloviendo fuera y hace mucho frío, pero me importa poco, necesito respirar. Salgo de casa, llamo al ascensor, pero tarda demasiado. Sin detenerme, bajo las escaleras lo más rápido que puedo. Al llegar a la puerta, durante un instante me detengo a ver mi reflejo. Estoy pálido y las ojeras revelan más de lo que desearía, pero sigo corriendo. Y corro con todas mis fuerzas, aunque me falta el aliento, siempre quedó pendiente dejar de fumar. Entro en el parque pero sigo corriendo, de manera autómata, como si mis pies supieran mejor que mi cabeza a dónde voy. Y cada metro que avanzo me ahogo un poco más, el frío y la lluvia calan mis huesos, el pecho me aprieta demasiado y no puedo pensar con claridad, sólo me dejo llevar. Y sigo corriendo y llego a una pradera...a la pradera. Me doy cuenta de que mis pies se han derrumbado ante mis rodillas. Intento mirar alrededor, pero lo veo todo demasiado borroso, el corazón me late con demasiada fuerza como para oír algo más. Y la respiración se debilita, el corazón late con violencia, miles de recuerdos invaden mi cabeza, y se corta la respiración, el corazón se me va a salir del pecho, los recuerdos pasan demasiado rápido y grito. No es un grito normal, es desgarrador, he podido sentir cómo se escapaba mi alma junto con mi voz. Y luego...nada...Sólo paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario